22 de noviembre de 2011

Mi hija se viste y sale

El perfume nocturno instala su cuerpo
en una segunda perfección de lo natural.
Por la gracia de su vida
la noche comienza y el cuarto iluminado
es una palpitación de joven felino.
Ahora se pone el vestido
con una fe que no puedo imaginar
y un susurro de seda la recorre hasta los pies.
Entonces gira
sobre el eje del espejo, sometida
a la contemplación de un presente absoluto.
El instante se desplaza hacia otro,
un dulce desorden se inmoviliza en torno
hasta que un chasquido de pulseras al cerrarse
anuncia que todas mis opciones están resueltas.
Ella sale del cuarto, ingresa
a una víspera de música incesante
y todo lo que yo no soy la acompaña.

Joaquín Giuannuzzi

13 de noviembre de 2011

Hasta hoy


Muy bien,

he aquí lo que he visto hasta hoy:
Cada cuerpo un bastión de "lo mío-que jamás será lo tuyo ni lo nuestro"
Miedo incontrolable: miedo ciego a abrir la puerta 
y dejarnos ver unos a otrosque estamos desnudos
Procesiones incontables corriendo atrás del amor ideal, 
un fantasma que siempre se disuelve, siempre, al dar vuelta a la esquina
Inventos infructuosos de cualquier tenor y alcance
para convencerse de que la felicidad pueda ser alguna otra cosa, 
que entregarse a los demás
Reglas, dictámenes, teorías y credos inútiles
(Porque no le dan cabida al alma,
bendita en su repulsión a los encierros;
porque son el Olimpo de los necios que creen en llegar a alguna parte, 
enviando al amor al destierro, por ser indefinible)
Multitudes de hipócritas apedreando a los que muestran sus manos vacías;
pesimistas sin ningún motivo;
optimistas sin ningún motivo;
lo-que-sea-istas subidos al carro de turno;
la desconfianza, alimentada de saber 
que el otro esconde en sí los mismos monstruos;
el odio, nacido de no reconocer los monstruos en nosotros mismos;
la máquina de forjar hombres a imagen y semejanza
de un Dios perverso, vengativo e ignorante
Separación, separación por todas partes: esto no es, aquello no es,
lo otro ni lo de más allá (y el doloroso precio de la soledad)
Los muertos echando tierra estéril 
sobre la divina semilla de la infancia en las escuelas;
la mirada impotente y mezquina de los padres
que se proclaman dueños de los Hijos de la Vida,
(¡La Vida!, ¡que jamás espera nada de nadie!);
los que quieren que todo quede como está
saqueando con gritos, balas o vergüenza
los dones de la juventud

¡Un océano tan vasto de dolor
cuando todo podría ser tan distinto!

He visto, también, los que no cejan: buscando a tientas;
aferrándose (o soltándose) al centro en las mareas cambiantes;
dejando un tenue rastro del perfume inconfundible en los vientos furiosos;
librando, cada día, la batalla más difícil, la única noble, la de adentro;
borrando con su propia sangre los dictados negros (propios y ajenos);
equivocándose, equivocándose y volviendo a empezar;
dudando de sus fuerzas, pero ofreciendo el pecho;
sabiendo que está todo por hacer, 
y que tendrá que ser hecho cada vez, por cada uno;
templando su coraje, en la negrura más espesa de la noche

Pedro Aznar

4 de noviembre de 2011

High Fidelity


Para mi gusto -modesto- la mejor escena de esta gran película. (Rob le pregunta a Laura, si quiere casarse con él)
Tenemos esa tendencia -tan humana- de darle demasiada trascendencia a las respuestas, cuando en realidad, no hay nada más importante en la vida que las preguntas.
Las respuestas pierden valor, cuando descubrimos que lo más importante, es que alguien nos entienda.

Rob: Estoy harto de la fantasía... 
        Porque no existe en realidad, nunca hay sorpresas. Nunca realmente…
Laura: ¿Te satisface?
Rob: Te satisface, exacto... Y estoy cansado de eso. La verdad, estoy cansado de todo lo demás.
         Pero, aparentemente, nunca me canso de ti… Así que…
Laura: Creo que sé de que hablas. ¿Pero de veras esperabas que aceptara?
Rob: No sé. No pensé mucho en eso. Pensé que preguntar era lo más importante
Laura: Bueno, ya preguntaste. Gracias